jueves, 27 de junio de 2013

JESUS Y LA PESCA MILAGROSA


Lc 5:1-11

Aconteció que, mientras las multitudes se agolpaban sobre él y escuchaban la palabra de Dios, Jesús estaba de pie junto al lago de Genesaret,
y vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían salido de ellas y estaban lavando sus redes.
Al entrar él en una de las barcas, la cual pertenecía a Simón, pidió a éste que la apartase de tierra un poco. Luego se sentó y enseñaba a las multitudes desde la barca.
Cuando acabó de hablarles, dijo a Simón: —Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.
Simón le respondió y dijo: —Maestro, toda la noche hemos trabajado duro y no hemos pescado nada. Pero por tu palabra echaré la red.
Cuando lo hicieron, atraparon una gran cantidad de peces, y sus redes se rompían.
Hicieron señas a sus compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles. Ellos vinieron y llenaron ambas barcas, de manera que se hundían.
Y Simón Pedro, al verlo, cayó de rodillas ante Jesús exclamando: —¡Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador!
Por la pesca que habían logrado, el temor se apoderó de Pedro y de todos los que estaban con él,
y de igual manera de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran socios de Simón. Entonces Jesús dijo a Simón: —No temas; de aquí en adelante estarás pescando hombres.
Después de sacar las barcas a tierra, lo dejaron todo y le siguieron.

REFLEXION:
¿Te gustaría ser pescador de hombres?

Cristo lo fue. Desde su nacimiento hasta su muerte, la persona de nuestro Señor Jesucristo ha atraído multitud de gente que escucha su palabra, para salvación personal.

Tenemos que reconocer entonces que en nuestros tiempos también se necesita una pesca milagrosa, porque la gente de hoy en día no quiere convertirse, no quiere salvarse, y no quiere dejar su estilo de vida acomodándose a sus pasiones y deseos carnales que batallan contra el alma. Aun cuando hemos echado las redes muchas veces en el mismo lugar, de diferentes formas, y hasta haciendo nuestros mejores esfuerzos, sin obtener grandes resultados.

Necesitamos que Dios siga haciendo milagros trayendo los peces a la red, así como lo hizo con nosotros cuando fuimos salvos. Porque el haber llegado la salvación a nuestras vidas, es verdaderamente un hermoso milagro de parte de Dios.


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